• Lunes, 16 de Mayo de 2011

    Acerca de la Fotografía•

    Lunes, 16 de Mayo de 2011
    Lázaro Blanco

    Esas piezas de realidad transformada que llamamos fotografías, pueden despertar en el observador sentimientos latentes o escondidos sobre su mundo, al permitirle mirar, apreciar, interpretar, redefinir, notar y darse cuenta de todo lo que perdió debido a su inmersión en una sorda, ciega sociedad. Los fotógrafos bien pueden representar los clamores de esas pugnas para emerger de la ciénaga y ver la luz.

    La autoexploración originada cuando lo mirado se consolida en recuerdos más o menos permanentes, puede ayudar al hombre a entender mejor su pasado y mirarse a sí mismo con ojos más claros. Está autoexploración que permite la fotografía se debe indudablemente, a su fuerte y poderosa conexión con la realidad.

    La gente está comenzando a darse cuenta de que las fotografías no son sólo fragmentos tangibles de su propia existencia, sino también de sus ilusiones y sueños, de eventos que nunca podrían pasar, como fulgores de la imaginación y de un mundo inexistente.

    La ambigüedad de las fotografías hace trampas incluso en las mentes más audaces, en una acción recíproca establecida entre la imagen fotográfica y su observador. Algunos se satisfacen con el reconocimiento inmediato de lo fotografiado mientras que otros, inconformes, buscan significados a todo lo que ven.

    El fotógrafo debe dar respuestas que alimenten y retroalimenten. Sus imágenes deben contener algo de importancia incluso cuando no sean interpretadas tan fácilmente.

    Debe apoyarse en las técnicas comunes del uso de la forma y del contenido, mejoradas a través de la interacción de líneas, formas, texturas, etcétera, para dirigir la atención del observador hacia determinado punto. Pero entonces, cada fotógrafo debe estar preparado para dar libertad al observador, de manera que éste use su semi-realidad congelada para volar lejos por sí mismo y alcanzar sus propias alturas, y desde su punto de vista observar al mundo, observarse a sí mismo.

    Desde el inicio del conocimiento, el artista, generalmente un pintor o un dibujante, ha tenido la habilidad receptiva de dar nuevos significados a aquello que lo rodea y de comunicar sus sentimientos a otros. En este sentido, los científicos y los artistas no son distintos del fotógrafo pero, a diferencia de los instrumentos del dibujante y el pintor, el fotógrafo se permite una flexibilidad extra, a través de equipo y procesos sofisticados que le facilitan concentrarse en la parte más difícil de todas: detectar y capturar.

    El uso generalizado de las llamadas técnicas alternativas, así como los ambientes e individuos bizarros que algunos individuos gustan de fotografiar, sirven para maravillarse de su propia audacia, depravación y habilidad para repeler, informar y comunicar. Aún así no deben olvidarse mirar las cosas simples a su alrededor y detectar la magia en el individuo común, sin sensacionalismo, ni tratamiento inusual para captar la atención.

    Me gusta la simplicidad, más aún cuando reconozco la calidad, resultado de una cuidadosa elaboración. La simplicidad real puede verse en una esquina o hacerse presente cuando uno fija la mirada en un punto sin saber por qué, y cuando de una mirada borrosa y fuera de foco emergen las relaciones de luces y sombras, y tu corazón se sobresalta por la urgencia en capturar, materializar esa simplicidad.

    También disfruto ver algo que otro fotógrafo ha acumulado, si lo descubro en un libro, en una galería o en una revista.

    Siempre tengo la misma reacción placentera cuando percibo conjugados, talento, originalidad y habilidad en la producción de una imagen fotográfica y esto hace que giren cabeza y corazón. Tengo gran respeto por este tipo de experiencias.

    Por otro lado, me siento ofendido cuando descubro un truco pobremente ejecutado. No tengo nada contra los trucos, pero su propósito debería estar definido claramente.

    Yo debería siempre, como observador, reconocer su significado y justificación. Me siento traicionado cuando son usados con el único propósito de llamar la atención, que de otra manera se hubiera perdido fácilmente.

    En mi propio trabajo nunca me apoyo en la importancia del contenido, ni en las emociones resultantes del ser testigo de un hecho dramático, grotesco, cómico u otra clase de suceso que llame la atención. Yo más bien usaría el contenido como un pretexto para mostrarme a mí mismo. Una fotografía, siendo una pieza visual, debería entrar a mi mente a través de mis ojos alertas.

    • Texto publicado en Contemporary Photographes, Saint Jame’s Press, Nueva York, 8 de febrero de 1983. Sin título en el original.