• Viernes, 29 de Marzo de 2019

    Apuntes para una historia de la fotografía mexicana. Un destino propio

    Viernes, 29 de Marzo de 2019
    Omar López Monroy / Retina Magazine

    En el discurso inaugural del Primer Coloquio de Fotografía Latinoamericana, organizado por el Consejo Mexicano de Fotografía (CMF) en 1978, Pedro Meyer dejó entrever, retomando a su colega Jaime Ardila, que la fotografía latinoamericana necesitaba un destino (dixit discurso) propio, no sólo resignarse a ser una copia de la fotografía norteamericana o europea.

    Buscar el reconocimiento para ésta y sus autores en la escena internacional fue una de las tareas más significativas emprendidas por el grupo de fotógrafos agrupados en torno al Consejo. Aunque Meyer es reconocido como el principal impulsor del mismo, fue necesario el respaldo de Nacho López, Graciela Iturbide, Lázaro Blanco, Raquel Tibol, Aníbal Angulo, Felipe Ehrenberg, Rodrigo Moya y Eugenia Meyer, entre muchos otros personajes.

    El trabajo colectivo e involucramiento de varios actores —no sólo fotógrafos— marcaron la pauta para la organización de éste emblemático coloquio y, de manera paralela, surgió la necesidad de crear el CMF.

    El año pasado, en que las elecciones presidenciales y el posterior cambio de régimen ocuparon gran parte de la cobertura mediática, se conmemoró el 40 aniversario de la creación del CMF y del Primer Coloquio de Fotografía Latinoamericana, ambos fundacionales para el desarrollo del medio fotográfico no sólo a nivel nacional.

    No menos relevante a nivel internacional será este 2019 la conmemoración de los primeros 180 años de vida oficial de la fotografía, por lo que resulta un marco idóneo para rememorar el hito que significó la celebración de dicho coloquio, a la par del surgimiento del Consejo Mexicano de Fotografía.

    Una serie de circunstancias políticas y socioeconómicas confluyeron el verano de 1968, abanderado por el Movimiento Estudiantil Popular, cuyo impacto se dejó sentir en las décadas posteriores en la vida nacional. Por lo tanto, el Consejo surgió en medio de un contexto de cambios en las formas de acción y control gubernamentales, y el llamado boom petrolero; al mismo tiempo se volvió un destacado actor más en el ámbito cultural nacional, cuya efectividad radicó en ser una colectividad.

    Resultó indispensable el apoyo del gobierno y de la iniciativa privada para el arranque de actividades del CMF; pero no fue un factor determinante para ello. El Instituto Nacional de Bellas Artes, el INAH, el fotógrafo y funcionario de la SEP, Víctor Flores Olea, así como el entonces director del Museo de Arte Moderno (MAM), Fernando Gamboa, tuvieron un papel significativo para la organización del coloquio.

    En el entorno internacional, gran parte de los pueblos latinoamericanos intentaban sobrevivir a regímenes dictatoriales impuestos en sus naciones, apoyados de manera velada o abiertamente por Norteamérica; a la par, el gobierno revolucionario triunfante en Cuba desde hacía ya casi dos décadas, liderado por Fidel Castro, seguía politizando sobre todo a jóvenes latinoamericanos y de otras latitudes.

    Para Nacho López, el fotógrafo tenía que buscar que su obra diera cuenta de su realidad, lo cual se advierte claramente en las imágenes de la muestra del coloquio; Nacho dejó una marcada influencia ideológica de izquierda en los estatus del Consejo.

    II

    Una vez que decidió dedicarse de lleno a la fotografía, Pedro Meyer viajó a Estados Unidos y a Europa, donde por esos años: la década de los setenta del siglo pasado, el reconocimiento de la fotografía como expresión artística había ganado un terreno importante en el medio artístico, para conocer de primera mano lo que sucedía en el medio fotográfico.

    Al ser cuestionado en el extranjero sobre quiénes eran los fotógrafos latinoamericanos, surgió en él la necesidad de dar respuesta a esta pregunta. La inquietud de Pedro lo llevó a convocar a sus colegas, para entonces muchos llevaban varios años de trabajo colectivo, aunque sus alcances eran en su gran mayoría locales y focalizados.

    Sin duda el momento de la fotografía nacional y latinoamericana sería el del surgimiento del Consejo Mexicano de Fotografía. Considerar que hace cuarenta años no existían los medios de comunicación actuales, ayuda a dimensionar la osadía de convocar a sus pares desde la Patagonia hasta Estados Unidos, reivindicando a la comunidad chicana radicada en este país.

    El trabajo de esta generación de fotógrafos fue decisivo para la realización del coloquio; pero de igual forma el interés de otros personajes fue vital para llevar acabo tales fines. Raquel Tibol participó desde las primeras reuniones entre Meyer y otros fotógrafos e intelectuales, de las que surgiría la idea del coloquio y que posteriormente derivarían en la creación del Consejo.

    Ella presentó en 1977 en su programa televisivo “La plástica y la crítica”, transmitido por Canal Once, cinco mesas redondas en torno a la fotografía mexicana donde se planteó el desarrollo del coloquio de 1978. Mesas en las que participaron los que más tarde serían los miembros fundadores del CMF: Pedro Meyer, Lázaro Blanco, Julieta Giménez Cacho y Rodrigo Moya. Además, Raquel presentó para este primer coloquio la ponencia “Bases para una metodología crítica de la fotografía en América Latina”.

    La Casa de la Fotografía, sede física del Consejo, se inauguró en 1980 con Dos Momentos Revolucionarios, un par de muestras que por un lado revisaban el Archivo Casasola a cargo del INHA a partir de 1976, resguardado en la recién inaugurada Fototeca Nacional (1977) en Pachuca, Hidalgo, y mostró una muestra colectiva de fotografía cubana. En este marco, Tibol entrevistó en su mencionado programa televisivo a fotógrafos cubanos sobre esta exposición, y la cercanía entre la fotografía mexicana y cubana.

    Aunque no todas las ponencias del coloquio respondieron a las expectativas generadas respecto a un análisis más académico, y apelaron, a decir de la investigadora Adriana Barajas, más a una exposición de tipo vivencial; en su conjunto sí lograron despertar el interés respecto a la fotografía realizada por estos lares; hoy estos trabajos se consideran pioneros.

    Algunos de los invitados al coloquio fueron Cornell Capa, fundador del International Center of Photography (ICP) en 1974, la fotógrafa Gisèle Freund, Allan Porter, entonces director de la revista Camera.

    Por su parte, la muestra Hecho en Latinoamérica que acompañó al coloquio, presentada en el MAM, puso de manifiesto un discurso con rasgos comunes. De los miles de imágenes enviadas fueron seleccionadas 600 por el maestro Lázaro, Jesús Sánchez Uribe y Pablo Ortiz Monasterio, quien más tarde coordinaría la icónica colección de fotolibros Río de Luz, auspiciada por el Fondo de Cultura Económica, y encabezaría el surgimiento de la icónica revista Luna Córnea en 1993.

    Estas fotografías dieron cuenta de los lazos culturales que hermanan a la comunidad latinoamericana, y de lastres compartidos como la miseria y violencia. Aunque se dio cabida a otros géneros, la mayoría de las imágenes fueron de corte documental. De una manera u otra, el CMF estuvo ligado al fotoperiodismo.

    III

    Un parte considerable de los miembros fundadores del CMF habían asistido al Club Fotográfico de México (CFM) creado oficialmente como asociación civil en 1949; en su momento, fue uno de los escasos sitios donde se podía tener un acercamiento con la fotografía. José Luis Neyra, Renata von Hanffstengel, Pedro Meyer, y el maestro Lázaro Blanco pasaron por el Club.

    Cabe destacar respecto a la enseñanza de la fotografía que en 1968 el maestro Blanco inició su destacada labor al frente del Taller de Fotografía en Casa de Lago (UNAM); posteriormente, gestionó la creación de la primera galería fotográfica del país, la “Galería Nacho López” en 1973, dentro del mismo recinto universitario. Lázaro, uno de los mejores fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX, como primer vicepresidente del CMF imprimió el rigor profesional que lo caracterizó a la forma de trabajo del mismo.

    En la Bienal de Gráfica de 1977 fue aceptada la participación de la obra fotográfica, aunque al final se consideró imposible juzgarla con un criterio similar a las demás piezas de otras disciplinas como el grabado. En la muestra de la bienal las imágenes fotográficas resultaron aisladas. Finalmente, tras una ardua labor de reivindicación de la fotografía, en la bienal de 1979 la pieza Ave siniestra de Lázaro Blanco resultó ganadora, y el fotógrafo Rafael Doniz, recibiría una mención honorifica; hecho histórico para la fotografía mexicana, relacionado con las sinergias provocadas a partir de 1978, que otorgaba validez como pieza artística a la fotografía.

    Fueron pocas las fotógrafas que participaron en el CMF, entre ellas está Renata von Hanffstengel cuyo trabajo había iniciado desde los años sesentas. Junto con el profesor Blanco y otros colegas, crearon el grupo VOD: 35; éste y otras agrupaciones como La Ventana, Arte Fotográfico, Grupo 35: 6X6, e incluso el tardío Grupo de Fotógrafos Independientes, fueron una suerte de vanguardia precedente a la llegada del Consejo, y no pocas como una clara escisión del Club Fotográfico de México.

    Agrupaciones de este tipo surgieron también una vez conformado el CMF, algunos como una alternativa a éste y otros de manera paralela. Renata colaboró en la elaboración de las memorias del coloquio y la muestra fotográfica que le acompañó: Hecho en Latinoamérica que buscaba mostrar el trabajo de los fotógrafos latinoamericanos, otrora desconocidos. Palabra e imagen impresa otorgan legitimidad y preservan la memoria de los pueblos.

    Misma legitimidad como documento histórico que ayudó a construir Eugenia Meyer, profesora emérita de la UNAM, al coordinar el proyecto de investigación Imagen Histórica de la Fotografía en México, en el que colaboraron Claudia Canales, Rita Eder, Néstor García Canclini, y Lázaro Blanco, que derivó en un par de exhibiciones presentadas a la par del coloquio en el Museo Nacional de Historia y Museo Nacional de Antropología.

    La muestra del coloquio: Hecho en Latinoamérica, se expuso en el Museo de Arte Moderno. Tres de los museos más importantes del país fueron dedicados a la fotografía al mismo tiempo. El apoyo de la academia fue significativo para la reivindicación de la fotografía y coadyuvó para amalgamar los esfuerzos de esta generación de creadores.

    Aunque Patricia Mendoza, historiadora del arte, se integró al Consejo hasta 1981 a partir del Segundo Coloquio Latinoamericano de Fotografía, le tocó cofundar el Centro de la Imagen (CI) en 1994, y lo encabezó hasta el año 2000, heredero de los esfuerzos del CMF; y un año antes colaboró junto con Pablo Ortiz Monasterio en la consecución del festival Fotoseptiembre en México, evento que se conecta los acontecimientos relacionados con el coloquio de 1978.

    IV

    La carencia de espacios, la necesidad de visibilizar su trabajo y la exigencia del reconocimiento autoral de los fotógrafos confluyeron en una época de transición en la vida pública del país para producir cambios no sólo en ámbito fotográfico sino de la cultura nacional; terminaron por ser punta de lanza respecto al quehacer fotográfico en América Latina. El legado e influencia del CMF se ha extendido desde sentar las bases para una producción artística, dictar un canon, hasta marcar una línea de trabajo en la producción y la difusión de la fotografía.

    Para algunos académicos, críticos y entes relacionados con el mercado del arte, éste se encuentra en crisis; para otros aún es bastante rentable. Por fortuna, tras bambalinas el arte no deja aún de significar para el ser humano un asunto esencial, que va más allá de la compra-venta, las multitudinarias exposiciones y sesudos estudios.

    Hoy la fotografía mexicana tiene un sitio asegurado como un medio de expresión artística gracias al trabajo colectivo, esa sin duda fue la calve del éxito del Consejo. Su primer gran aporte fue aquel coloquio de 1978, sin por ello soslayar las polémicas que se generó entre sus propios miembros respecto a la búsqueda de un discurso propio, pero con la legitimidad europea y norteamericana; y qué decir de la hegemonía de los géneros documental y periodístico, mismos que potencializaron su papel dejando poco espacio, aunque sólo en un principio, para la exploración de nuevos derroteros para el lenguaje fotográfico.

    En 2015, varios miembros del Consejo Mexicano de Fotográfica, reunidos en el Centro de la Imagen (CI), decidieron finiquitarlo, ya de manera simbólica, pues a partir de la pérdida de la Casa de la Fotografía en 1989 había comenzado el declive; aunque para esos años esta suerte de mito en torno a este grupo de fotógrafos ya se había cimentado. Un año más tarde, en 2016, el Fondo del Consejo Mexicano de Fotografía, resguardado por el CI, una de las colecciones de obras fotográficas más importantes del país, fue nombrado Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Poco queda por decir y sí mucho por ver. ¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!